Donjuanismo femenino
La promiscuidad se ha instalado en nuestras vidas, como la descarada y
revoltosa huésped que acampa sin permiso en tu salón y sin mirarte a la
cara amenaza con quedarse para siempre. La brevedad en las relaciones,
los encuentros ocasionales, la precariedad de los sentimientos y el no
compromiso son constantes que gobiernan la mayoría de las relaciones en
la actualidad. Tanto es así, que cuando una mujer rechaza a un hombre,
éste se sorprende.
En el nuevo orden amoroso, la exaltación del
sexo despojado de sentimentalismo es un concepto básico que hay que
interiorizar si se quiere contemplar la vida desde el front row. ¿Dónde
queda el amor? En la clandestinidad, abandonado a su suerte, asistiendo
perplejo a su derrota.
En medio de toda esta selva nace un nuevo
arquetipo de mujer: el donjuanismo femenino. Es la mujer que seduce al
hombre para después manipularlo a su antojo, lo utiliza y domina en
función de su placer o su interés. Lo deconstruye. 'Atenta’ contra el
varón. Una superviviente justiciera decidida a deambular por las calles y
por la Red como una loba en un territorio inexplorado y sin mapas, en
una búsqueda interminable de breves ataduras, cabalgando con habilidad
entre una compleja malla de exclusiones de la que ha aprendido a salir
ilesa.
¿Es posible que determinadas actitudes machistas hayan
contagiado esta conducta de la mujer respecto al hombre? Es posible. Las
causas del donjuanismo femenino pueden ser múltiples, casi tantas como
mujeres lo son. No hay reglas absolutas. Ninguna ecuación vale en esta
nueva contienda. Depende de patrones como crianza, cultura y
personalidad que, a su vez, son producto de factores genéticos,
psicológicos y sociales. Pero hablar aquí de biología o herencia
evolutiva es imposible. Su grado de complejidad es tan novedoso e
insondable que elaborar una hipótesis al respecto sería como discutir
sobre la 'Teoría de cuerdas', que según su autor es "tan ambiciosa que
sólo puede ser del todo correcta o del todo equivocada". Así que me
limitaré a la experiencia humana y vital, cuya fórmula recorre las
calles.
No hay más que salir y observar. La mujer contemporánea
conoce todas las estratagemas del falso amor, se ha hecho inmune a sus
promesas. Ahora son ellas las que dan utilidad a sus mentiras cifradas,
las que buscan sexo cómo, cuándo y dónde. Sin embargo, no es la
fascinación de la conquista o la necesidad de reafirmación lo que mueve a
este nuevo modelo femenino, como le sucede al arquetipo masculino en
aquel drama romántico de Tirso de Molina. ¿Qué sacude entonces al
donjuanismo femenino? El deseo de consumir algo mejor. Para la mujer el
amor siempre ha sido una inversión. Un código no alterado que en el
cerebro de toda mujer moderna se activa, comienza a enviar señales si la
relación en la que está es infructuosa. Es decir, si una mujer emprende
una relación que no conlleva un compromiso equivalente de su compañero,
esa mujer experimenta emociones negativas que la alertan de que esa
relación no es más que un esfuerzo prolongado que no produce beneficios.
Granada en mano esa damisela está a punto de dinamitar la relación
desde su mismo umbral.
Si bien el feminismo nace con un fin
defensivo y equiparador de derechos de la mujer, ahora toma un rol
activo en la relación de pareja (estable o esporádica) y son ellas las
que ligan, eligen y copulan con hombres que adoptan un rol sumiso de
aceptación y obediencia a cambio de copular con ellas. En el donjuanismo
femenino las reglas se extreman. Las relaciones son cortas. Se busca
desde la aventura de un 'polvo' rápido a satisfacer las más secretas
fantasías sexuales, desde el deseo de ver al hombre como objeto de
dominio a alimentar la propia autoestima, desde la venganza al despecho
más irracional. Luego se deshace del macho-objeto ya utilizado y busca
otro. Esta promiscuidad esta basada en un hecho antropológico; cualquier
mujer puede acceder con facilidad a cualquier hombre casi de cualquier
edad, porque el hombre suele ser muy poco selectivo a la hora de una
copula rápida que le alivie la presión sexual. Pero bajo estas
relaciones subyace una agresividad latente entre sexos, puesto que los
mecanismo afectivos de la pareja son reprimidos o abortados
deliberadamente de antemano. El hombre es considerado sólo un mero
objeto de placer. Mientras tanto, la carpeta de sentimientos, esa única
ventana de acceso a su conciencia sentimental permanece en la papelera
de reciclaje, pendiente de un tembloroso clic, de una definitiva
eliminación.
Ahora cabe pensar si la naturaleza femenina fue
siempre así pero las sociedades patriarcales la mantuvieron amordazada
durante siglos, o realmente ha existido una modificación de su conducta
por factores contemporáneos. Posiblemente nunca lo sabremos. No hay
mucho escrito por la mujer ni sobre la mujer (salvo textos especulativos
de reciente confección). La historia de la Humanidad está narrada por
hombres que sólo hablan de hombres.
Me conmueve esta extraña
heroína, pues si lo que da carta de naturaleza a esta conducta es una
huida hacia algo mejor, en esa búsqueda subyace el señuelo de un amor
ideal, un intenso deseo de pertenencia y entrega, esa sublime
combinación de abrigo y refugio llena de significados reales y precisos
que sólo se encuentra en los brazos del ser amado. Por tanto, el
resultado de esta reyerta está prácticamente cantado.
Pido para
este milenio una nueva forma de relaciones entre géneros, hombres y
mujeres, como compañeros, capaces de hablar con honestidad y franqueza
de lo que queremos.
Publicado por Ana Sharife
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