martes, 16 de diciembre de 2014

Donjuanismo femenino
La promiscuidad se ha instalado en nuestras vidas, como la descarada y revoltosa huésped que acampa sin permiso en tu salón y sin mirarte a la cara amenaza con quedarse para siempre. La brevedad en las relaciones, los encuentros ocasionales, la precariedad de los sentimientos y el no compromiso son constantes que gobiernan la mayoría de las relaciones en la actualidad. Tanto es así, que cuando una mujer rechaza a un hombre, éste se sorprende.
En el nuevo orden amoroso, la exaltación del sexo despojado de sentimentalismo es un concepto básico que hay que interiorizar si se quiere contemplar la vida desde el front row. ¿Dónde queda el amor? En la clandestinidad, abandonado a su suerte, asistiendo perplejo a su derrota.
En medio de toda esta selva nace un nuevo arquetipo de mujer: el donjuanismo femenino. Es la mujer que seduce al hombre para después manipularlo a su antojo, lo utiliza y domina en función de su placer o su interés. Lo deconstruye. 'Atenta’ contra el varón. Una superviviente justiciera decidida a deambular por las calles y por la Red como una loba en un territorio inexplorado y sin mapas, en una búsqueda interminable de breves ataduras, cabalgando con habilidad entre una compleja malla de exclusiones de la que ha aprendido a salir ilesa.
¿Es posible que determinadas actitudes machistas hayan contagiado esta conducta de la mujer respecto al hombre? Es posible. Las causas del donjuanismo femenino pueden ser múltiples, casi tantas como mujeres lo son. No hay reglas absolutas. Ninguna ecuación vale en esta nueva contienda. Depende de patrones como crianza, cultura y personalidad que, a su vez, son producto de factores genéticos, psicológicos y sociales. Pero hablar aquí de biología o herencia evolutiva es imposible. Su grado de complejidad es tan novedoso e insondable que elaborar una hipótesis al respecto sería como discutir sobre la 'Teoría de cuerdas', que según su autor es "tan ambiciosa que sólo puede ser del todo correcta o del todo equivocada". Así que me limitaré a la experiencia humana y vital, cuya fórmula recorre las calles.
No hay más que salir y observar. La mujer contemporánea conoce todas las estratagemas del falso amor, se ha hecho inmune a sus promesas. Ahora son ellas las que dan utilidad a sus mentiras cifradas, las que buscan sexo cómo, cuándo y dónde. Sin embargo, no es la fascinación de la conquista o la necesidad de reafirmación lo que mueve a este nuevo modelo femenino, como le sucede al arquetipo masculino en aquel drama romántico de Tirso de Molina. ¿Qué sacude entonces al donjuanismo femenino? El deseo de consumir algo mejor. Para la mujer el amor siempre ha sido una inversión. Un código no alterado que en el cerebro de toda mujer moderna se activa, comienza a enviar señales si la relación en la que está es infructuosa. Es decir, si una mujer emprende una relación que no conlleva un compromiso equivalente de su compañero, esa mujer experimenta emociones negativas que la alertan de que esa relación no es más que un esfuerzo prolongado que no produce beneficios. Granada en mano esa damisela está a punto de dinamitar la relación desde su mismo umbral.
Si bien el feminismo nace con un fin defensivo y equiparador de derechos de la mujer, ahora toma un rol activo en la relación de pareja (estable o esporádica) y son ellas las que ligan, eligen y copulan con hombres que adoptan un rol sumiso de aceptación y obediencia a cambio de copular con ellas. En el donjuanismo femenino las reglas se extreman. Las relaciones son cortas. Se busca desde la aventura de un 'polvo' rápido a satisfacer las más secretas fantasías sexuales, desde el deseo de ver al hombre como objeto de dominio a alimentar la propia autoestima, desde la venganza al despecho más irracional. Luego se deshace del macho-objeto ya utilizado y busca otro. Esta promiscuidad esta basada en un hecho antropológico; cualquier mujer puede acceder con facilidad a cualquier hombre casi de cualquier edad, porque el hombre suele ser muy poco selectivo a la hora de una copula rápida que le alivie la presión sexual. Pero bajo estas relaciones subyace una agresividad latente entre sexos, puesto que los mecanismo afectivos de la pareja son reprimidos o abortados deliberadamente de antemano. El hombre es considerado sólo un mero objeto de placer. Mientras tanto, la carpeta de sentimientos, esa única ventana de acceso a su conciencia sentimental permanece en la papelera de reciclaje, pendiente de un tembloroso clic, de una definitiva eliminación.
Ahora cabe pensar si la naturaleza femenina fue siempre así pero las sociedades patriarcales la mantuvieron amordazada durante siglos, o realmente ha existido una modificación de su conducta por factores contemporáneos. Posiblemente nunca lo sabremos. No hay mucho escrito por la mujer ni sobre la mujer (salvo textos especulativos de reciente confección). La historia de la Humanidad está narrada por hombres que sólo hablan de hombres.
Me conmueve esta extraña heroína, pues si lo que da carta de naturaleza a esta conducta es una huida hacia algo mejor, en esa búsqueda subyace el señuelo de un amor ideal, un intenso deseo de pertenencia y entrega, esa sublime combinación de abrigo y refugio llena de significados reales y precisos que sólo se encuentra en los brazos del ser amado. Por tanto, el resultado de esta reyerta está prácticamente cantado.
Pido para este milenio una nueva forma de relaciones entre géneros, hombres y mujeres, como compañeros, capaces de hablar con honestidad y franqueza de lo que queremos.
Publicado por Ana Sharife

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